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viernes, 10 de junio de 2016

reseña: MACHO VIEJO de Hernán Lara Zavala


MACHO VIEJO
Hernán Lara Zavala
Alfaguara

Creo que hay dos tipos de novelas, las que nacen para entretener y  las que nacen para hacerte pensar y Macho Viejo es una de ellas, pues está colmada de enseñanzas que en ocasiones pasamos por alto y como bien dice el viejo adagio: de que nadie escarmienta en cabeza ajena, creo que en esta novela si lo logras con las reflexiones de Ricardo Villamonte y así utilizar sus vivencias para crecer e ir definiendo su carácter y no guardar rencor.

Con tremenda astucia narrativa y con un trasfondo simbólico fortísimo, Hernán Lara Zavala nos sumerge en la vida del Medico Ricardo Villamonte; en el cual, dicho personaje va a realizar su servicio social a Puerto Marinero y algo que aparentemente parecía de paso redefinió su destino y modifico su forma de ver la vida.

Una noche, una noche sin luna y desnuda, una noche oscura, profunda y refulgente, sintió la presencia del agua, de la tierra, del espacio y del tiempo, el latir de los cielos a través de sus astros y de sus estrellas, y le pareció entender el significado del matrimonio entre el cielo y el mar, entre el planeta Tierra y el resto del universo […] Tuvo entonces una gran revelación: el cielo no había sido creado para observar a las aves sino para admirar el universo […] y sintió algo inexpresable, infalible, inefable: la sacralidad de saberse vivo, de ser parte del universo, de reconocerlo y agradecerlo, algo que se nos revela sólo en contados momentos de la vida.(Lara, 2015: 41-42)

Hernán Lara Zavala es un escritor intuitivo, un observador del alma que no interpone referencias literarias entre su mirada y la realidad, exaltando su narrativa con una prosa poética donde la cuestión metafórica es recurrente en cada una de las reflexiones del Macho Viejo.

Dicen que en la vida hay siempre una ola al acecho, fuera o dentro del mar, y que cuando llega el momento nos arrastra, nos zarandea y puede aniquilarnos. Esa ola puede nacer en cualquier lugar y viaja tersa y silenciosa hasta que llega a su destino. (Lara,2015: 15-16)

Desde el inicio hasta el fin, no hay una sola linea recta. Solamente es posible una cosa: el aprendizaje y la experiencia porque bien dicen que la experiencia no es lo que te pasa, sino aquello que haces con lo que te ocurre y el libro de Macho Viejo está plagado de enseñanzas y consejos de vida, que sin intención de proponérselo (según el autor en una entrevista realizada en la XXXIV Feria del libro de Tijuana, publicada el 21 de mayo del 2016 en el portal de youtube),  está muy bien logrado al rescatar las enseñanzas de vida:

Amor como el que le tuvo a su esposa Rosa:

Hacer el amor es uno de los mejores regalos que recibe el ser humano durante la vida. Y no existe mejor prueba de que amas a una que desear permanecer a su lado después de hacer el amor sin aburrirte ni querer huir, con el deseo de seguirte comunicando con ella para saber qué pasa por su mente en busca de la comunión interna.(Lara, 2015: 140-141)

La moraleja que le dejo a Judith sobre el alcohol: “Nunca se te olvide que el alcohol es hablador, pendenciero, echador y alcahuete”. (pág. 111), o al inicio de la novela cuando relata que los hombres se agarraban a machetazos o en duelo impulsados por diferencias insulsas que eran nubladas por dicho elixir de la Diosa Mayahuel (que era lo único que se encontraba por el lugar: mezcal y cerveza); que por cierto eran muy frecuentes esas emergencias.

Los verdaderos hombres no se matan así como así sólo porque se les pasaron las copas. Si no saben beber, pa qué chingaos toman. Guarden sus pistolas y lárguense a sus casa a curarse la peda. […] Cuánto daño hace el alcohol cuando no se toma como los hombres” (Lara, 2015: 23)

Inexperiencia juvenil y vaya que aprendió a la mala, debido que al relatar su amistad con su amigo marino, Ciro le costó la vida por su indiscreción, dándole las coordenadas a Jonás para ir por el animal. “¿Por qué cuando uno es joven le gusta alardear de cosas de las que luego uno se arrepiente? […] Uno no mide el peligro que acarrea la indiscreción” (pág. 87)

Amistad como la que mantuvo con Papá David, que era de respeto y enseñanza, ya que todos son maestros en esta vida, pero sobretodo valorar esa sabiduría que solo te da la experiencia, te hace reflexionar sobre el valor de los ancianos y que en la actualidad se ha perdido ese respeto por las personas de la tercera edad; en la novela nos cuenta como la gente de Puerto Marinero le daba un lugar vital dentro de su micro-sociedad a Papá David, tanto que al pasar se quitaban el sombrero y le besaban la mano. “la auténtica amistad es un arte, y un arte muy delicado. Conservar una amistad es cuestión de aprecio, respeto mutuo, esfuerzo, paciencia y tolerancia”. (pág. 136)

Sexo como la tremenda situación del Gavilán Pollero y cuando le dice: “muy hombre no es el que tiene muchas mujeres, sino el que tiene una y la tiene feliz y contenta” (pág. 120)”,

Patanería al ponerle un estate quieto a un sujeto que lanza piropos diciéndole: “Recuerde, amigo, que lo importante con una mujer no es lo que se le grita en público sino lo que le dice en privado”. (pág. 98)

Enfermedad: “Siempre he creído que la salud es como el dinero: se  usa cuando hay y cuando empieza a escasear se empieza a administrar y se ahorra […] cuando se pierde el tiempo la muerte no es un acto de Dios sino el triunfo de la negligencia.” (pág. 138 y 140)

Bravuconería en la cual no nos tenemos que comparar con alguien más ya que saldremos ganando y perdiendo.

Con los huevos bien puestos o no, juntos se habían ido a la chingada. Así es la ley de la vida: siempre habrá alguien más bragado, más diestro o con más suerte para que luego la muerte, que está siempre al acecho del que se cree más pintado, nos recuerde que al final no hay regreso y todos, tarde o temprano, estamos condenados a perder.(Lara, 2015: 24)

Vejez en la que su vitalidad física se ha ido desvaneciendo y la añora no solo para sus actividades de buceo o sexuales, sino que en actividades ya más elementales; esto me recordó a “Adiós a los Padres” de, Héctor Aguilar Camín, en donde el único placer que le queda a su tía y madre cuando son ancianas es el placer de comer.
 
Y bueno que decir del fortísimo lazo que existe con los animales y la naturaleza: “Amar al entorno significa ser parte de él” (pág. 42)

…Ciro se alejó junto con las otras aves. Al verlo desaparecer, Macho Viejo se preguntó si no hubiera sido mejor haberse quedado con él, metiéndolo en una jaula y dándole de comer diariamente, pues así tendría asegurada su supervivencia. Pero se disuadió de que más valía que el animal se atuviera a su suerte en plena libertad a mantenerlo vivo en prisión. (Lara, 2015: 40)

Esta historia junto con la de su caballo Trueno, su amigo Isaías y la de Lucero en la noche de muertos nos da esa doble mirada hacia el verdadero acto de amor y que no hay mejor libertad para darle ese ser, que hacerle sentir que puede ir donde quiere y volver cuando quiera. Lo hará pero conforme te quiera más, se irá cada vez menos y volverá cada vez.
Lo curioso es que creo un lazo con un animal de tierra, aire y agua. Esto es muy interesante con un lado místico y gnóstico como cuando encontró su unión con el universo.
El autor condensa en el personaje de Ricardo Villamonte, el espíritu de una época atemporal donde las personas pueden equivocarse, pero los personajes siempre hacen lo correcto y Hernán Lara Zavala lo sabe. Su misión es ser ellos hasta el último aliento.
“Ay, Macho Viejo, si hubieras sabido entonces lo que sabes ahora” (Lara, 2015: 67).


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