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viernes, 10 de junio de 2016

un cuento donde rueda el arte

Alondra había tenido un día muy ajetreado en el trabajo y la verdad no quería ir al bar en el que se había montado una exposición y que fungía como galería esa noche y durante el mes en curso; detestaba las inauguraciones de las galerías de arte en general y creía que todos los asistentes eran unos esnobs pretenciosos.
Pero lamentablemente ya había quedado con su amiga Marcela, de acompañarla y se sentía realmente enroscada/atrapada porque era de prometer poco y cumplir mucho ya que para bien, o para mal, fluía la amistad desde quinto año de primaria que se conocieron en un colegio católico al sur de la ciudad; donde las soledades se unieron e hicieron más llevadera la estancia en dicho colegio que era internado también; ya que  tardaban meses en volver a ver a sus padres y se sentían hostigadas por las monjas que eran “el ejercito del buen comportamiento y las buenas costumbres” como ellas las llamaban.
Alondra estudiaba Física y por lo tanto su forma de ver las cosas era muy pragmática, se desesperaba en estos eventos pero como era parte del trabajo y proyecto personal de Marcela le demostraba su apoyo moral a esta diletante de las artes que colaboraba con varios artistas plásticos emergentes y algunos reconocidos.
Es así como mientras Marcela estaba ocupada charlando con algunos curadores de arte y posibles compradores; Alondra deambulaba por la galería y para su sorpresa se encontró con su amigo Samuel; un viejo amigo que no veía desde hace seis años. Samuel era un joven judío alto y atractivo que se dedicaba a la veterinaria y había llegado a la galería por invitación de una amiga.
Tras ponerse al corriente de sus vidas con Alondra y comentar lo sorprendido de lo que había visto en Facebook hace algunos meses, lo cual Alondra le confirmo que estaba comprometida (aunque no usara el anillo de compromiso, pero que evidentemente Samuel ya lo había visto en las redes sociales).
Samuel le conto que pintaba como hobby y se sintió anonadado ante la obra en exhibición, al saber que el pintor era un joven de 32 años autodidacta, según le había comentado su amiga que lo invitó a la exposición y sentía la necesidad de hablar con él y pedirle algunos consejos; se fue en su búsqueda.
Alondra fue al tocador, se sentía un tanto cansada por todo el ajetreo social, era una chica tímida en apariencia, pero ella en realidad se definía más como “selectiva”, se lavó la cara y busco entre su bolso un Anapsique, sin percatarse de que al extremo del lavabo había un hombre observándola, hasta que él le dijo que: el consumo de los ISRS (Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) a la larga, como todo, pasa factura; pero que estaba tentado a aceptar uno. Alondra hizo un pequeño mohín de fastidio y para sus adentros maldijo esa moda de hacer/tener los baños y lavabos unisex y corridos. Le dijo que nunca le ofreció nada, pero que entendía perfecto lo necesario que podía llegar a ser y que solo le quedaba un Tafil a falta de Anapsique, el joven desconocido rió y dijo que ya los había dejado, pero la inquirió por el nivel de estrés que tenía para adquirir la galana costumbre de traer más de uno y por lo visto distintas marcas y funciones.
Al salir del tocador Alondra le dijo que no era muy agradable conversar en los baños y mucho menos apropiado meterse en los asuntos de los demás, pero que estaba terminando la carrera en Física, que trabajaba desde hace dos años en una investigación para la universidad y aunque amaba su carrera, tenía días insufribles como ese lo había sido, pero que tenía que asistir puesto que había quedado con una amiga y se sentía totalmente enroscada/enganchada en el compromiso de seguir ahí por un rato más.
El joven le pregunto por su amiga, pero Marcela no estaba a la vista, a lo cual el joven le dijo que entendía perfecto el sentimiento de no querer sentirse unido a otro objeto en un plano inclinado por movimiento helicoidal alrededor de un eje o bien, en términos coloquiales “sentirse enroscado/atrapado.
Alondra levanto la ceja izquierda un tanto sorprendida por el dominio del argot de este hombre, empleando términos que eran específicos y que solo hacía con sus colegas. Sus meditaciones se vieron interrumpidas por el joven; ya que para seguir la conversación le pidió su opinión sobre la exposición; a lo cual ella respondió: La gente que ve un dibujo en alguna revista o periódico piensa  automáticamente que es cómico, porque es una caricatura. Si lo ve en un museo o galería piensa que es artístico; y si lo encuentra en una galleta de la suerte, piensa que es una predicción, empero, reconozco que la obra está plagada de ricos recursos estéticos y con una fantasía simbólica, articulado en una escritura inmemorial; aunque algo o un tanto perturbadora.
El joven dijo: ¡Qué interesante reflexión para haber mezclado ansiolíticos con vino!. Ya que al seguir la conversación afuera del tocador mixto, había notado el pasar de  varias copas por ella en tan pocos minutos, mientras que él solo bebía agua mineral; a lo cual Alondra respondió que: no podía esperar a ser una anciana para que su alcoholismo fuera socialmente aceptado y que en alguna ocasión un profesor le dijo: “Tomo medicina para la artritis. Si no lo hiciera, no podría vivir mi vida de la manera como lo necesito”. No existe ninguna diferencia en tomar antidepresivos para la depresión; o bien veo el uso de mis medicamentos como un yeso; por ejemplo, te rompes la pierna, así que utilizas un yeso como apoyo para que pueda sanar; combinas eso con terapia física para fortalecer tu pierna y regresarla a un punto saludable. Puedes hacer lo mismo con los medicamentos antidepresivos. Tómalos, combínalos con terapia, y, luego, a medida que resuelvas las cosas. Trabaja con tu doctor para llegar a un punto al que no necesites tomar la medicina más.
Sin duda el no refuto dicho argumento; posteriormente al móvil de Alondra, le entro una llamada que no podía ignorar y Alondra tuvo que excusarse con el joven; ya que estaba esperando esa llamada; el joven sonrió y le dijo: no te preocupes, huye sin mirar atrás de esta necedad que tu amiga te ha hecho pasar. En la línea telefónica era su prometido notificándole que acababa de arribar a la ciudad.
Al volver para despedirse ya no vio al joven y lamento el no saber su nombre, tras una amigable charla que hizo más llevadera su estancia en dicho sitio, lo que se le hizo curioso es ver en la entrada “Los hombres y las mujeres están sujetos a pasiones violentas, igual plebeyos que nobles; chicos y grandes.” Damián Rodarte; con un singular patrón de colores y pensó que era el ególatra del artista, lo cual agradeció infinitamente no conocer a tan peculiar y seguro petulante sujeto, recordando que Marcela, en ocasiones le contaba de las excentricidades de algunos; como el día que tuvo que demorar una inauguración durante dos semanas porque la vidente de una escultora le decía que esperara al día propicio y que fuera en noche de luna llena en la que se alineaban los planetas.
Alondra se despidió de Marcela a la que no le encantó la idea de que su amiga se marchará, pero le agradecía infinitamente el esfuerzo de haberse quedado más allá de cinco minutos; puesto que sabía lo insufrible que ello le resultaba a, Alondra.
Ya era fin de semana santa, su prometido había comprado boletos para ir al estado de Oaxaca, ya que era uno de los sitios imprescindibles que debía conocer en México; tras preparar su equipaje y esperar el uber que los llevaría al aeropuerto.
En Oaxaca tras una degustación de mezcal de pechuga y caminar por las calles, deciden entrar a una casa museo en la que la entrada decía Gabriel Macotela, era obra local, pero en un salón más adelante había mucha gente y se prohibía el acceso; al parecer estaban montando más obra. Su prometido se excusó para ir al tocador, mientras que ella se espera sentada en la fuente que esta al centro del patio de la casa.
Ahí creyó ver al joven de la galería en el salón en el que trabajaban, pero después desistió de la idea creyendo que era el exceso de alcohol y que los mezcales ya le habían hecho efecto.
Al volver al hotel a su prometido le había caído pésimo la comida local mexicana y le causo alergia; por un buen rato no quería saber nada del tasajo ni del mole. Tras tomar medicamento se quedó dormido, Alondra se fue a caminar por las calles y al llegar al mercadito entro a una chocolatería que está justo en la esquina, de la cadena “El Mayordomo” recordó que a pesar de no consumir café, el chocolate de ese sitio le asemejaba la sensación que te produce un buen café americano; así que entro por una malteada de dicho chocolate oscuro; en la fila se llevó la sorpresa de reencontrar al joven de la galería que le dijo: creí verte en la casa de Gabriel Macotela de espaldas y ella le conto lo mismo pero creyó que eran los efectos del alcohol.
Caminaron por la plaza, fueron a santo domingo y conversaron sin ni siquiera preguntarse sus nombres; charlaban como si se conocieran de toda la vida; hasta que se hizo de noche y tuvieron que despedirse, ella dijo que tenía agendado ir a Monte Albán.
Pasados tres días Alondra es interrumpida por una llamada de su amiga Marcela que le explica que uno de sus nuevos talentos tuvo un accidente y que tiene que ir a reconocer el cadáver antes de notificarle a su familia en Guadalajara; que justo el percance fue por la carretera de Oaxaca, Alondra, sin dudarlo le dice que la espera ahí.
Al ver a Marcela, Alondra la abraza y le dice: Soy esa amiga que te dice "te lo dije", pero tampoco quiere que llores, seguro es otro de esos artistas que siguen de fiesta salvaje y él seguro se lo busco, así que quiero que te empoderes y que sigas como la mujer fuerte que siempre has sido.
Marcela le explica que el no consumía drogas, ni siquiera alcohol o una aspirina, que lo había dejado hace mucho, al llegar a la morgue le explican que el joven en cuestión había sido víctima justamente de alguien que conducía a exceso de velocidad y que se había consumido cantidades industriales de alcohol y que estaba en disposición de las autoridades correspondientes; al levantar la sabana Marcela aprieta fuertemente la mano de Alondra, a la cual para su sorpresa era el joven de la galería y Marcela confirma el nombre de Damián Rodarte, al mismo tiempo que Alondra queda anonadada de dicha situación. Recordando lo que decía en la galería Macotela justo donde confirmo verlo el día de la chocolatería.

“El valor de las cosas no está en el tiempo en que duran, sino en la intensidad con que suceden, por eso existen momentos inolvidable, cosas inexplicables y personas incomparables.”